Pues que llamaría a un veterinario para ver si el animal tiene alguna enfermedad. El veterinario no me creería y entonces me iría al hospital para ver si me habría vuelto loco. El médico me diría: -No estás loco lo que has visto será imaginación tuya.- Volvería a casa y allí estaría el maldito león otra vez viendo la televisión. Con valentía me acercaría sigilosamente, me pondría delante de él y vería en él una cara de humano; ¿sería una mutación? Empezaría a correr por toda la casa. Me escondería y le daría un buen susto al león. De repente, se le empezaría a caer la piel. Al caerse toda la piel vería a mi hermano, y me diría: -Te he gastado una broma.- Se empezaría a reír pero, a mí no me haría ninguna gracia.
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